martes, 7 de enero de 2014

¿Por qué uso aún mi flecha?

Por Juan Wills Entrada No. 44 Año No. 5

El problema es no poderse desconectar del "smartphone"



Muchos me preguntan: ¿por qué siendo tan entusiasta con las nuevas tecnologías de información, en ser el primero o uno de los primeros en utilizarlas y en promoverlas, aún utilizo mi teléfono “flecha” sin siquiera dar indicios de cambiarlo?

Quisiera compartir las razones - ¿extrañas?- que por varios años han acompañado esta decisión sin dejarme vencer por la presión social, la publicidad de las multinacionales o las ganas de tenerla.

Cuando se inició la moda de la comunicación celular, a principios de los años noventa, fui uno de los primeros en adquirirla: unos aparatos de horrible diseño, auténticas “panelas” de muy alto costo, un kilo o más de peso, batería de poca duración, un alcance muy limitado por la escasez de torres repetidoras y usuarios y un pésimo servicio, que se mantiene a pesar de los avances logrados en estas dos décadas. Además de las ventajas evidentes que se promocionaban como  una solución inmediata para los problemas de comunicación, lo veíamos en la familia como una gran ayuda para hablar con los hijos que entraban en su época de adolescencia. Pero no fue así, los sitios donde pasaban sus reuniones con amigos eran de difícil acceso, o al menos así ellos lo expresaban para mantener su independencia de los padres.
El flecha, un gran avance con respecto a las panelas primitivas de los inicios es un buen compañero, cumple adecuadamente su papel para el que fue inventado. Hace llamadas telefónicas y no sólo eso, da la hora y sirve de contestador para aquellas que no puedo o me da pereza atender. Es un aparato pequeño, que no rompe bolsillos, nadie lo desea, poco apetecido por los amigos de lo ajeno que usan sus tretas para apoderarse, inclusive con violencia de los denominados “smartphones”. En días pasado a algún conocido el ladrón de turno le reclamó por hacerle perder el tiempo al imaginarse que se apoderaría de uno de aquellos que hasta hablan solos y solo encontró el fiel “flecha”.
Si se me refunde, cosa que sucede con frecuencia, no es mucho lo que se pierde, se reemplaza rápidamente a muy bajo costo e inclusive en algunas partes, como gancho para atraer clientes, enciman un aparatico de estos con alguna promoción…por ejemplo en la panadería de la esquina por la compra de un roscón te regalan uno.

Sin embargo la razón principal que me ayuda a justificar su uso es la de no tener que estar preocupado a toda hora de conectarme a la red -porque no usa internet-, de consultar el clima (así los pronósticos casi siempre estén equivocados), de enviar comentarios inútiles a las redes sociales, compartiendo mis fotos y mi vida con amigos virtuales distintos a los de siempre (esto es un decir, porque cuando estoy en mi PC lo hago, pero al menos he estado desconectado, conscientemente, un buen rato de estas actividades), de mirar sin necesidad el correo en las reuniones sociales o de negocios -podría esperar hasta llegar al computador de la casa o de la oficina-, de aplazar la próxima jugada de la partida de ajedrez con mi retador remoto para un momento más conveniente, de ver tranquilamente mi película en el teatro y no incomodar al vecino, de disminuir el riesgo de tomar fotos que nunca volveré a ver o que no encontraré cuando las quiera buscar unos días después y de hacer mi pequeño aporte para tratar que este mundo sea menos de zombies y más de seres sociales. 

Prefiero dedicar esos minutos valiosos que me gano por estas razones, para atender mejor la conversación del amigo o del cliente, mirar a los ojos a mi interlocutor y no parecer un ser de otro planeta desconectado de todo. No quiero ser como la señora que conocí hace unos días en una reunión social, que nunca abrió la boca, se pasó toda la visita (y fue una reunión larga) consultando este aparatico, escribiendo, y totalmente alejada del diálogo y de las conversaciones de la reunión. Además de ser una demostración de mala educación con los otros invitados es una nueva forma de autismo cultural que no creo que represente nada positivo para quien se involucra con esto.

Pero por sobretodo, no quiero tener un teléfono inteligente porque me he dado cuenta que no lo necesito, me mantengo igual de informado a la mayoría....el correo puede esperar, la foto también, el comentario en la red social ni se diga.....puedo dedicar el tiempo de almuerzo en familia sin estar distraído, participar en las reuniones de negocios en vez de estar dando muestras de indiferencia hacia los asistentes por estar concentrado ojeándolo en forma casi permanente... puedo desarrollar conversaciones mirando a los ojos y tratando de entender la conversación del interlocutor…..

Y para culminar, esta tecnologia de los "smartphones" está entrando en su etapa final, ya vienen nuevos dispositivos que lo reemplazarán con creces y que además, al menos eso es lo que piensan los analistas y futuristas, le ayudará a sus usuarios a ser menos dependientes y menos dedicados a él. La traducción al término utilizado para estos nuevos desarrollos no la he encontrado. En el mundo anglosajón los bautizaron como “wearables” -el "Google Glass" el que más noticias ha producido-, y habrá pronto oportunidad de hablar sobre ellos. Prefiero saltarme una etapa en estos avances de la tecnología….como hicieron en muchas partes de Africa que pasaron del golpe de tambores al celular sin usar los teléfonos cableados.

Incluyo este comentario de la edicion 22.01 de enero 2014 de Wired, la revista que marca la pauta en tecnologías de información. Ellos comparten mi preocupación, al referirse a estos nuevos dispositivos y a la esperanza que tienen de solucionar el ausentismo social en que estamos entrando:
"Glass kind of made me hate my phone — or any phone. It made me realize how much they have captured our attention. Phones separate us from our lives in all sorts of ways. Here we are together, looking at little screens, interacting (at best) with people who aren’t here. Looking at our hands instead of each other. Documenting instead of experiencing.

Glass sold me on the concept of getting in and getting out. Glass helped me appreciate what a monster I have become, tethered to the thing in my pocket. I’m too absent. Can yet another device make me more present? Or is it just going to be another distraction? Another way to stare off and away from the things actually in front of us, out into the electronic ether? I honestly have no idea."
Resumiendo la nota del periodista: "¿podrá uno de esos nuevos dispositivos ayudarnos a estar más presentes?

A proposito de dos museos extraordinarios de Bogotá

El Museo nacional tuvo 400.000 visitantes en el 2013.

Cifra récord de asistencia resaltando en particular que la gran mayoría fueron personas de los estratos bajos de la ciudad. Cosa buena y llamativa porque se están promocionando los sitios públicos, algo indispensable para que esta ciudad sea aprovechada mejor por sus habitantes y conozcan nuestra historia, muy bien narrada y presentada. La entrada es gratuita, de destacar la maravillosa colección de arte colombiano, muchos de su principales retratistas de los siglos XIX y XX como Ricardo Acevedo, José María Espinosa, Ricardo Gómez Campuzano, Francisco Antonio Cano…..están todos, bien vale la pena una visita.

Triste saber que falten los estratos altos….¿sólo nos interesa conocer los museos de los sitios del exterior donde viajamos, sin tener la conciencia que en nuestro país tenemos instituciones de estas características, de altísima calidad y orgullo nacional que también debíamos visitar…...?

Colección de arte del Museo del Banco de la Republica







A propósito de Albert Camus, el gran escritor que murió en enero 4 del 60

De El Extranjero, su primer párrafo. Estremecedor.

"Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: «Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias.» Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer."

A propósito de una película

The Butler (El mayordomo) 2013

Basada en una historia real con una excelente actuación de Forest Whitaker (Cecil Gaines) como el mayordomo y Oprah Winfrey como su señora, se narra, con la vida de este “house' negro” (así los llamaban despectivamente), valet de 8 presidentes desde Eisenhower hasta Reagan, la lucha por los derechos humanos de los negros durante el siglo XX y en general la historia de esa nación con todas las humillaciones, discriminación y violencia sufrida y generada por estas duras situaciones. Como lo dijo Cecil, al final:

“ Los Estados Unidos siempre se preocupan por lo que sucede en el mundo, critican la violencia, los campos de concentración...pero acá se olvidaron que tuvimos un campo de esos por más de dos siglos”.
De destacar las escenas familiares donde sobresale la clase como actriz de la Winfrey, el humor que se vislumbra en varios momentos y la representación de varios de los presidentes que se podrian entender como caricaturas de esas realidades.

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