sábado, 16 de enero de 2010

Moscú y el taxi

Publicado por Juan Manuel Wills
Entrada No. 22 Año 3
Acostumbrados al caótico tráfico bogotano, pensábamos que el desplazamiento al teatro sería una tarea fácil. Esa noche la teníamos destinada para disfrutar una presentación de Paquita, reconocida obra clásica del ballet ruso con libretos de Joseph Mazilier y Paul Foucher, música de Edouard Deldevez y primer trabajo en este país de Marius Petipa, reconocido como el gran coreógrafo de todos los tiempos. El Natalia Satz es un teatro universitario, moderno en su construcción, ubicado dentro de las instalaciones de la Universidad de Moscú y cerca a uno de los nuevos centros de desarrollo urbano de la ciudad. En un recorrido guiado esa mañana pudimos apreciar vías amplias de acceso a la zona. De todas maneras para prevenir cualquier riesgo y poder llegar a tiempo a la función, verificamos oportunamente con Svletana, la conserje, los detalles de forma y tiempo de desplazamiento. Sugirió tomar el taxi a las cinco y cuarenta y cinco, con mas de una hora de anticipación para contar con tiempo de sobra en caso de presentarse alguna demora causada por el trancón de la tarde.


Acogiéndonos a la estricta disciplina que Raúl, nuestro compañero de viaje nos imponía, juiciosamente estábamos las dos parejas en la recepción a la hora sugerida. Svletana olvidó advertirnos, que en caso de lluvia, como efectivamente ocurrió, no encontraríamos un portero para ayudarnos a ubicar el taxi; salimos a la calle y no conseguíamos nada hasta que finalmente, a treinta metros y quince minutos más tarde, en la esquina, encontramos a nuestro salvador. Un joven ruso, irreverente, conductor de un “Zastava” de los años sesenta que gentilmente se ofreció llevarnos (¡un gran favor!) a pesar del tráfico, por la moderada suma de cincuenta dólares. Estos arcaicos transportes no conocen medidores de tarifas, no hay reglamentación al respecto y depende de la habilidad de negociación del pasajero lograr una justa retribución por el servicio. Tras una breve charla logramos reducir la tarifa a treinta y cinco, pero nos seguimos sintiendo explotados.

Como guía “ad-honorem” le suministré con mucha propiedad el nombre del sitio de destino: Teatro Natalia Satz. Lo entendió de inmediato (o al menos eso nos hizo creer). Con seguridad y osadía (porque acá en la conducción son tan salvajes o más que sus colegas bogotanos) inició el trayecto. Pasados treinta minutos de trancones interminables e infernales; de subirse a los andenes (¡sí, para adelantar unos cuantos carros!), pasar semáforos en rojo y algunas otras infraccciones, orgullosamente nos indicó que siendo las seis y media estábamos en el destino. Surgió una gran duda, la edificación que vimos podía asimilarse mas a un hotel, pero nunca a un teatro. Así lo confirmamos: era “el Renaissance”, nombre del establecimiento que el descarado conductor confundió por el de Natalia Satz (suenan parecidos, ¿o no?); gajes de mi mala pronunciación rusa. ¡Qué desesperación!

Para empeorar las cosas, estábamos, según el mapa en uno de los cinco anillos periféricos de la ciudad, en el polo opuesto a nuestro destino original -curiosa circunstancia que usualmente ocurre en un periférico.- Nuestro héroe,(¿o villano?), decidido, tomó la iniciativa para continuar la marcha, recuperar el tiempo perdido por su malentendido y hacernos olvidar el incómodo momento. Por esas cosas del destino, o de Murphy, en la avenida Novaya (al sur de la Lubianka, la infame prisión del régimen de Stalin) y muy cercana a nuestro hotel (le habíamos dado la vuelta completa al anillo), la transmisión delantera de su carro de la posguerra, dejó de funcionar. ¡En una avenida de ocho carriles con tráfico pesado y completo! Frustrado y desilusionado, sin mirar a mis compañeros de infortunio, me apeo y le imploro, con mi limitado conocimiento del idioma, apoyo para conseguir un reemplazo; cosa que como caída del cielo se nos presentó en el siguiente minuto (un milagro, en este país que todo el día nos muestra sus contrastes entre lo religioso y lo ateo).

El nuevo “Fangio”, en coche mas moderno, bruscamente franco explicó que en una hora llegaríamos...o sea con cuarenta minutos de retraso. En la boleta advertían no aceptar disculpas por demoras por lo que no seríamos admitidos al espectáculo. ¡Nada que hacer! Con apariencia de tranquilidad pero con angustia interna asumimos esta nueva realidad, confiando siempre, como en los cuentos de Disney, que en la siguiente cuadra se acabarían las largas e interminables filas que veiamos desplazarse a velocidades ínfimas y llegaríamos a tiempo. Tras unos angustiosos minutos de silencio, nos comentó con señas, mímica y buena voluntad que seguramente lo lograríamos. A las siete y cinco pasamos frente al teatro por el carril contrario de la congestionada avenida. Con gestos nos sugirió osar atravesarla a pie y correr hasta la entrada. Era la única alternativa factible. Tal vez la emoción acumulada impidió que reaccionáramos de manera inmediata aunque como borregos lo acatamos, y al igual que cualquier aficionado que asiste al “Campín” nos enfrentamos al tráfico en la vía contraria, lo esquivamos, alcanzamos el andén, corrimos como Usain Bolt en búsqueda de un nuevo registro mundial y al llegar un amable portero, compadecido de nuestra cara, los pies mojados y los deseos de entrar nos permitió ocupar algunos de los asientos cercanos a la puerta. ¡Lo logramos! Jadeantes disfrutamos una extraordinaria sesión de arte y música. ¡Inolvidable noche!...... La aventura y el ballet. Se salvó la inversión y aprendimos una lección: en Moscú, por este tráfico alocado, puedes esperar cualquier incidente caótico, inesperado y por sobre todo, lento. ¿Será una metrópoli subdesarrollada?

Una aclaración sobre el Kindle

Mi buen amigo Helmut en comentario a la nota anterior menciona la importancia que ha tomado la industria de los audio libros como alternativa adicional al libro físico. Es evidente que el interés por esta modalidad es creciente y los avances logrados además de la amplia disponibilidad de títulos así lo comprueban. El Kindle trae dentro de las funcionalidades que omití describir, la opción de leer, con voz femenina o masculina, el texto transcrito y además pasar la página de manera automática. Con certeza este nicho continuará creciendo, no sin antes resolver polémicas importantes de propiedad de derechos de autor que se le han presentado a Amazon por ciertas editoriales que consideran esta posibilidad como una amenaza seria a su oferta de audio libros. Para los que la hemos ensayado no deja de sorprender el alcance que tendrá. Incluyo un enlace http://ilmk.wordpress.com/ en el que se analiza con mayor alcance este tema.

Y el perdedor es.....

Un concurso curioso: Hedgeable.com, una firma de asesoría financiera por Internet, lanzó un ingenioso concurso para determinar el perdedor mas grande en el sector de servicios financieros en el 2009 y el premio mayor es un viaje a Roma por haber sido éste el último gran imperio en colapsar bajo una moneda devaluada y con gastos fuera de control. El segundo premio es una visita a Islandia, país que se quebró con la crisis. No supe quien se lo ganó pero me hace pensar que en nuestro país podríamos desarrollar concursos similares. Se escuchan sugerencias

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JMW