martes, 24 de marzo de 2009

Se murió Virgin Records

Creado Por Juan Manuel Wills



En días pasados un buen amigo me comentó que había recibido con dolor la noticia según información, traída de primera mano por su hermana recién desembarcada de Nueva York, que Virgin Records de Times Square estaba en proceso de cierre y como cualquier bazar de colegio, rematando todos sus haberes incluidos los estantes, gabinetes, seguramente las sillas de sus teatros de cine y me imagino que también las camisetas de promoción, la maquinaria para elaborar el capuchino que degustábamos de su bar y hasta sus vendedores. Virgin, el gran almacén, ejemplo de emprendimiento e innovación, ubicado en pleno corazón de Manhattan, frente al Marriott Marquis, cerca al expendio de boletas para los shows de Broadway, iluminado por los grandes avisos de Coca Cola, Kodak y otros mas y los noticieros digitales de ese mágico sector. Me negué a creerlo pero con una simple consulta al Google, el sabelotodo de lo que pasa en el mundo en forma instantánea, la confirmé. Inmediatamente se me vinieron a la mente numerosos recuerdos sobre la experiencia personal que viví en los últimos quince o mas años con esta maravillosa supertienda.
La conocí recién entrados los noventas por un articulo de la revista Time, en un vuelo a San Francisco, según el cual Sir Richard Branson, su fundador, estaba creando un nuevo y revolucionario esquema para ofrecer a los aficionados a la música una opción de conseguir lo que quisieran en un solo sitio, con un estilo diferente y tentador. Para ello iniciaba en Estados Unidos esta aventura con un almacén gigantesco ubicado en la ciudad de Los Angeles en el famoso Sunset Boulevard, calle reconocida por sus películas y representación emblemática del triunfo en ese país. Decidí modificar mi itinerario de regreso del viaje de trabajo para pasar al menos unas horas por la ciudad de los automóviles y las estrellas de cine para conocer la nueva sensación. No me arrepiento de esta acción. Fue amor a primera vista.
Efectivamente un espacio inimaginable con respecto a lo que se conocía, lleno de tecnología, pantallas, parlantes de alta fidelidad, pocos vendedores (porque no se requerían, el cliente se motivaba por sí sólo), libertad para pasar minutos infinitos revisando títulos disponibles, tendencias, nuevos artistas y aun mas, escucharlos autónoma e individualmente en equipos de audio y video especialmente diseñados para el almacén; ¡y no solo eso!, si se quería, se podía disfrutar también de una lista interminable de películas en sus nuevos formatos de videocintas o video láser (un disco plateado, similar a los de acetato que no solo contenía sonido sino también imágenes…..conciertos….. ), miles de clientes actuando como si estuvieran solos en su casa, en fin, una sensación especial muy difícil de describir, especialmente para alguien como yo, cuya principal referencia en este sentido había sido los almacenes de discos Cuca de Chapinero en la sesenta y tres con trece, de Daro en la veintidós con séptima o el mas reciente de Bambuco en la noventa y dos con quince Y a partir de ese momento convertí la visita a estos templos de la música en parte obligatoria de mi rutina en toda ciudad importante a la que llegara, ya fuera en plan de negocios o de vacaciones, con la familia o con los compañeros de trabajo. Cada Virgin era un local abierto, sin importar la hora, que invitaba a interactuar con el. Ubicarlo era sencillo, (otra de las grandes osadías de su líder, pues siempre lo instalaba en el mejor sitio, el mas reconocido de la metrópolis, aquel donde antes solo se veían los Tiffanys, Guccis, Cartier, Vuiton y otros mercaderes de grandes lujos); en los Campos Elíseos, Oxford Street en Londres o Market en San Francisco, Shinjuku en Tokyo y finalmente la joya de la corona en Times Square. Mis hijos y quienes escuchaban mis alabanzas se contagiaron de ese amor. Era un espacio reservado, un templo de placer y un oasis (a pesar del ritmo incansable) para degustar y sorprenderse de todo lo nuevo que sucedía en este medio. ¡Y ni siquiera se requería comprar algo!……tampoco creo que se dieran cuenta; mucho menos que éramos sus fieles seguidores, sus embajadores y principales promotores. Aprendimos a querer la marca Virgin, símbolo de calidad, de osadía y de buen gusto causante desde ese primer encuentro, de numerosas horas de distracción y dedicación para estudiar, analizar y adquirir los equipos y contenidos necesarios que permitieran una sesión inolvidable escuchando una melodía con los amigos, sintiendo su intérprete como si estuviera al lado, pero en la intimidad de la casa. Estoy seguro que sin esta pasión motivada por Virgin o Sir Richard, mis distracciones serían otras. ¿Tal vez el deporte? ¡Mejor ésta!
¡Gracias Virgin, nos harás mucha falta! ¡Otra víctima de la crisis! ¿O de la evolución y del afán que ahora vivimos para culminar sin placer cualquier actividad? ¿ O del Ipod? ¡Las angustias del mundo moderno!


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JMW