martes, 3 de marzo de 2009

Gracias, Hernando

Un cuento que es verdad

Fui a acompañar a un buen amigo al entierro de su papá. Como es lo usual en este sector de la ciudad, llegar a la funeraria es difícil, una prueba a la resignación, paciencia y sumisión que cada día ejercitamos los bogotanos por el trancón de la Avenida 19 que puede durar varios minutos para recorrer unos pocos metros y también, en este caso, por la restricción de acceso generada por una decisión abusiva y “creativa” de la asociación de vecinos para apropiarse de una calle pública y su plazoleta anexa, supuestamente con permiso de las autoridades distritales según lo mencionado en carteles alusivos y convertirla en parqueadero “privado” con talanquera, exigiendo para su uso el pago de una tarifa arbitraria al ciudadano común que en mala hora decide acercarse en su automóvil. Un "gran" ejemplo de lo que puede lograr una comunidad ¨proactiva¨ apoyada por los directivos de la ciudad para conseguir la explotación de una vía pública.


A la culminación de la ceremonia salí en busca de mi carro y partí, un poco retardado, a cumplir una cita de trabajo. Era un día caluroso, de un bochorno reconocido e indicador de un próximo aguacero que con certeza aportaría su gran contribución para empeorar aun mas el caos vehicular en nuestra desordenada metrópolis. Tomé la calle 100 hacia el oriente, sin el tráfico usual, sino mas ligero.

¿Será una consecuencia positiva de la nueva modalidad de “pico y placa” de nuestro fotogénico alcalde?- pensé y continué mi recorrido hasta llegar al "round point" (¿o por el reto que significa salir ileso de esta odisea , es más conveniente bautizarlo "el territorio de los seres mas aptos que acaban por sobrevivir en la lucha por la ví[d]a" como lo hubiera descrito Darwin para hacerle un homenaje a su memoria y su revolucionaria teoría en la celebración de los 200 años de su nacimiento festejados el pasado 12 de febrero, un par de días anteriores a la fecha de esta crónica?)

En ese momento y espacio, sin haber tenido tiempo para responderme la auto-pregunta sobre el alcalde eficiente y cuidándome de las distintas especies agresivas que me acechaban en la calle: -el chofer del taxi pequeño ( o "buscaniguas", como lo califica Patricia), ágil, imprudente y rápido, el de la buseta desocupada pero con muestras incomprensibles de afán y agresividad, el malabarista que trata de lograr el desarrollo de su prueba con tres limones, el conductor de la mezcladora de concreto que riega su material en las calles y coches cercanos, y la señora que maneja como si estuviera en una vía amplia y solitaria-; tratando de definir la ruta a seguir, sentí un golpe en la parte trasera que me volvió a la realidad.

No puede ser conmigo!- me dije, ¡pero sin embargo sí lo era!. Un conductor en su automóvil de los años 80 se había incrustado por falta de cuidado en la zona trasera de mi recién adquirido automóvil. Desconcertado y aburrido me bajé para validar los desastres materiales que me imaginaba. Y a primera vista se veía un daño significativo, pero aun mayor en el carro originador.

-¿Qué hacemos?- pregunté a un señor obeso, serio, de edad media, con cara de tragedia y molesto consigo mismo. Sin recibir respuesta, reincidí en mi cuestionamiento. Un par de auxiliares de la policía se acercaron y amablemente ofrecieron su colaboración para solucionar el impasse, me imagino que pronosticando una situación difícil para mí.

-Yo tuve la culpa y le debo reconocer el daño causado-, le escuché repentinamente, -si le parece decida donde llevarlo y yo lo sigo.

Acepté, sin dudarlo, y como me pareció una persona amable y responsable, a pesar de su sequedad, le propuse ir a un taller mas modesto que el del concesionario autorizado. Inicié el nuevo recorrido, revisando por el retrovisor si efectivamente me seguía, y en ese momento, desconcertado caí en cuenta que no le había preguntado su nombre, y mucho menos sus datos personales para ubicarlo en caso de ser necesario.

-Hasta acá llegué- se me ocurrió decir para mis adentros; -pronto se me desaparecerá y me tocará asumir los gastos y la incomodidad del arreglo.

Sin embargo decidí continuar hasta el final, y para hacer breve la historia, don Hernando ( ¡sí, DON HERNANDO, con mayúsculas!) llegó al destino planeado, se reunió con los mecánicos, aceptó el presupuesto y dejó cancelado el valor del arreglo. Todo esto en menos de diez minutos.

-Me da pena haberle causado este inconveniente y le dejo mi tarjeta de presentación- fueron sus últimas palabras antes de partir.

Coda
Me encontré con un excelente ser humano, responsable, modesto, trabajador, jefe de ventas de una cadena de alimentos y que representó con dignidad a la gran mayoría de los colombianos. Lo creo así y solo la mala fama que nosotros mismos nos generamos es la que nos hace pensar lo contrario. Lástima que este tipo de noticias buenas no sean de interés para la prensa ni para la mayoría, (procuramos hablar y difundir lo malo sin darle importancia a lo positivo); pero con esta pequeña crónica le quiero rendir un homenaje a tantos Hernandos buenos que tenemos en Colombia y que cumplen sin aspavientos su palabra y responsabilidades. Pienso que saldremos adelante de las encrucijadas que vivimos permanentemente en este país del Sagrado Corazón si se confirma esta afirmación.

¡Que así sea!

Juan Manuel Wills

Un Pensamiento
"Una de las cosas más difíciles que hay es describir la calle en que vivimos"
Mircea Eleade Filósofo Rumano (Marzo 13, 1907 – Abril 22, 1986)

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JMW